La patrulla número 14 de la Policía Municipal cruza sin prisa la calle Juárez, a dos cuadras de la sede del Ayuntamiento. Sus ocupantes visten pantalón de mezclilla, chaleco antibalas, pasamontañas y, por las ventanillas, los cañones de sus armas largas se asoman al cielo.
Cualquiera pensaría que las autoridades del municipio de Ciudad Mante, en el sur de Tamaulipas, se preocupan por cuidar de la ciudadanía. Pero en realidad la ciudadanía se preocupa porque sabe que esa unidad no va tripulada por policías, sino por miembros de la delincuencia organizada, específicamente del cártel de Los Zetas.
"Los policías van uniformados de azul, sin capuchas y sin armas largas. Solamente usan pistola", explica un residente que como todos solicita el anonimato a cambio de platicar lo que sucede a diario en la región cañera de Tamaulipas. Confirmar la versión del entrevistado toma unos minutos.
Otra patrulla cruza la calle -ésta también es una Ram Dakota de reciente modelo, doble cabina- y queda comprobado que la facha de los verdaderos policías es muy distinta a la de los portadores de los rifles "cuerno de chivo" y R-15. La gente sabe quién tiene el control de la ciudad y accede a hablar pero en privado, en anonimato, con una cautela que raya en lo paranoico.
Es preciso disfrazarse de "civil", no parecer periodista, para que se animen a contar sus historias, porque en este lugar cualquiera puede ser un "oreja" al servicio de los delincuentes.
Las historias luchan por fluir; al principio el miedo las detiene, pero luego el hartazgo y la confianza en el interlocutor -algo que se gana a pulso, frase por frase- terminan por darles paso libre, pero con cautela: no se menciona la palabra "zeta" sino que se alude a "la gente de la última letra" y tampoco se habla del Cártel del Golfo (CDG), sino de las "Comadres de Gloria".
Si no fuera una trágica realidad, la situación en El Mante sería una trama del absurdo.
Una muestra es lo que vivió don Gregorio, un jubilado que se dedica al comercio. "Aquí ya todo está muy descompuesto. El colmo del cinismo fue cuando unos muchachitos encapuchados empezaron a regalar 200 pesos y volantes en el mercado municipal".
Los volantes a los que alude el sexagenario vendedor se repartieron entre los transeúntes a mediados de 2010. Al menos una docena de oferentes recibió un billete junto con la hoja impresa donde se informaba que "Los Zetas" no desean perjudicar a la población, pues su guerra es contra el Cártel del Golfo.
Ésta es la forma como se vive en los municipios de Mante, González, Ocampo y Xicoténcatl, además de poblados como El Limón y Magiscatzin, distantes apenas una hora de Ciudad Victoria, la capital tamaulipeca. La zona que se encuentra en disputa es señalada como la última trinchera de Los Zetas en el sur de Tamaulipas, por lo que la defienden con todos sus recursos de los embates de las Fuerzas Armadas y de las bandas rivales.
La batalla de marzo
El lunes 22 de marzo de 2010 se volvió memorable. Quienes transitaron por la salida de Mante a Ciudad Victoria se encontraron con una sorpresa.
Mientras el sol se abría paso por la bruma de las 6:00 horas, el bulevar Lázaro Cárdenas mostró una cara hasta entonces desconocida para los casi 100 mil habitantes del lugar: una ristra de camionetas de reciente modelo chocadas, incendiadas y baleadas se extendía a ambos lados del camellón.
El muestrario de vehículos se dispersaba varios kilómetros, los últimos llegaron hasta la entrada al poblado El Limón, de acuerdo con testimonios de residentes y choferes de los autobuses Mante-Xicoténcatl que diariamente realizan ese recorrido.
Las versiones varían en los detalles pero coinciden en que las persecuciones y los balazos ocurrieron a lo largo de una hora por todo el bulevar. El día siguiente la evidencia fue al menos medio centenar de camionetas abandonadas. Antes de mediodía las empezaron a saquear de manera discreta.
Algunas unidades lucían una "X" o las siglas "CDG" en los cristales para identificarse con uno de los bandos; las otras, en su mayoría de color blanco, ostentaban una "Z" roja. Cuando salió el sol ya no había cuerpos, sólo se apreciaban algunas manchas de sangre en tapicerías y banquetas.
Una semana más tarde, en la vecina población de González, durante la madrugada se registró un tiroteo que duró por lo menos hora y media. Testigos aseguran que los casquillos percutidos se contaban por docenas en la plaza del pequeño municipio rural.
La población de Mante es estratégica, pues colinda con zonas serranas y está llena de brechas y caminos rurales conectadas con Tampico, Ciudad Valles, Veracruz, Ciudad Victoria y Monterrey. La guerra por tomar el control de la plaza había comenzado.
Nunca hubo un versión oficial de los tiroteos y en la prensa apareció una pequeña nota de siete párrafos sobre la refriega. Acerca de los hechos en González, ningún medio lo consignó.
Fueron los ciudadanos quienes subieron videos y fotografías a internet, mostrando las paredes de casas y negocios tapizadas de agujeros, árboles y arbotantes derribados, casquillos percutidos, municiones de grueso calibre y vehículos baleados y chocados. Y lo mismo sucede con ejecuciones, con balaceras y "levantones". Es más fácil enterarse en los videos de Youtube o los blogs Del Narco o Del Terror que en los medios formales.
La racha violenta tiene a los pobladores sumidos en una mezcla de miedo e impotencia que permea la vida diaria y convierte las conversaciones en murmullos. Las actividades sociales se han modificado: los vehículos de reciente modelo están ocultos en las cocheras, bajo sábanas que acumulan polvo, pues en los últimos tres meses por lo menos una treintena de conductores son ahora peatones obligados por el despojo.
Las reuniones eran a la hora de la cena y ahora, desde las 21:00 horas, las calles del centro que antes bullían de gente, lucen desiertas. Los centros nocturnos son pocos: el Tequila's, Bahamas y Manhattan tienen poca clientela. Solamente La Vecindad, el Deep y el West Point siguen recibiendo una aceptable afluencia y más de un cliente explica que se debe a que lo protegen los delincuentes.
En las salas de MM Cinemas se modificaron los horarios porque la gente dejó de acudir a las funciones nocturnas debido al creciente número de "levantones" y asaltos. Uno de estos casos es el de un joven de nombre Miguel, quien vendía aparatos Nextel y una tarde de septiembre, al salir de su empleo, fue subido a una camioneta oscura.
Desde entonces sus familiares tratan de contactarlo pero nadie contesta su radio y no se ha recibido ninguna petición de rescate; las autoridades no saben nada. En su perfil de Facebook uno de sus amigos escribió resignado: "Ni P2 vato, ay te alkanzamos".
Frente a ese lugar y junto al banco HSBC, a finales de marzo amanecieron los cadáveres de dos agentes ministeriales -uno recién llegado de Ciudad Victoria- con un mensaje donde se advertía que fueron ejecutados por apoyar a uno de los grupos delictivos.
Otro de los momentos aciagos que no olvidan quienes cotidianamente transitan por la plaza comercial es la ejecución de tres hombres. Un comensal de un negocio de migadas (un antojito de la región) recuerda que apenas había dado un sorbo a su café cuando vio una camioneta blanca detenerse a pocos metros del comedor, frente al estacionamiento de la tienda Soriana, que estaba vacío por ser apenas las 7:00 horas de una mañana de abril.
"Se bajaron dos hombres y traían a tres personas amarradas de las manos con cinta y con los ojos tapados. Los hincaron en la banqueta, en la mera entrada al estacionamiento, y les dieron un balazo en la cabeza a cada uno. Tres balazos que se oyeron muy fuertes.
"Luego los dos vatos se subieron (al vehículo) y se fueron. La "Güera" (propietaria del negocio) se espantó mucho y nos dijo que nos fuéramos para cerrar. Todos nos fuimos y ahí se quedaron los cuerpos. Al otro día buscamos en el periódico pero no salió nada".
¿Y cómo puede salir algo si los dos modestos periódicos con que cuenta la ciudad se encuentran bajo la amenaza directa de los delincuentes? Una prueba de ello es la bomba molotov que a finales de julio fue lanzada en la entrada del matutino El Tiempo, causando severos daños materiales.
Como sus colegas del resto del país donde el narco impone sus reglas, los periodistas conviven cotidianamente con el peligro y no están dispuestos a arriesgar sus vidas registrando una guerra que a veces ni las mismas autoridades quieren ver.
Altar de muertos
Ocho cuerpos decapitados amanecieron el 31 de octubre al pie del monumento a Benito Juárez, en la caja de una camioneta blanca. Las víctimas eran cuatro mujeres y cuatro hombres todos menores de 25 años, entre ellos el hijo de una trabajadora del sector Salud.
Sus asesinos, presuntamente del Cártel del Golfo, informaron en una manta que las víctimas eran "halcones" (vigilantes) de Los Zetas. Apilaron los cuerpos desnudos al fondo de la pick up y al frente colocaron las ocho cabezas, algunas de ellas con los ojos vendados. Fue una macabra celebración de la Noche de Brujas.
El hecho no fue consignado por reporteros ni autoridades, pero en videos de Youtube bajo el título "Ciudad Mante, no pasa nada" muestran los estragos de esta lucha que no se ventila.
La primera semana de noviembre, en el mismo lugar donde se encontraron los decapitados, amaneció una caja con otras nueve cabezas, que a las pocas horas fueron recogidas por elementos de la Policía Ministerial. Los cuerpos, hasta finales de enero de 2011, no habían sido localizados.
Una de los objetivos de esta sangrienta guerra es la percepción de la ciudadanía. Por ello, a mediados de 2010 media docena de jóvenes encapuchados se apostó alrededor del mercado municipal para repartir billetes de 200 pesos y volantes, donde informaron que pertenecían a Los Zetas y no deseban perjudicar a la población.
Incluso proporcionaron un número telefónico para atender quejas en caso de sufrir extorsiones en nombre de dicho grupo delictivo porque, insistían, ellos estaban en contra de afectar a la ciudadanía. En la avenida Rotarios, cerca del Cementerio Uno, también entregaron las hojas, aunque éstas sin los 200 pesos.
Otra forma de comunicarse con la población ha sido a través de mantas. La más reciente se colocó a finales de agosto en la calle Hidalgo, frente a una tienda Elektra, y en ella se advertía a la gente que no saliera en la noche del fin de semana porque "habrá baile". Es decir, cacería de sicarios del grupo rival.
Los oferentes del mercado rodante que se instala los sábados en la Plaza 5 de Mayo recuerdan muy bien una especie de desfile que los ocupantes de cinco camionetas pick up organizaron. Iban repartiendo volantes "y hasta lanzando besos, porque había unos que estaban guapos", recuerda la hija de uno de los vendedores, quienes son obligados a pagar entre 500 y 3 mil pesos de cuota semanal para trabajar.
El capo y sus vigilantes
Luis Arturo tiene 34 años y lo conocen como "El Güero AFI", pues mientras estudiaba leyes hizo prácticas profesionales en la Agencia Federal de Investigaciones, la extinta AFI. Quienes fueron sus compañeros de escuela en el Instituto Mantense de Estudios Profesionales (IMEP) recuerdan que desde joven le gustaba llamar la atención; manejaba su camioneta Ram guinda con la música a todo volumen.
Actualmente, comerciantes y tianguistas lo acusan de ordenar el cobro de cuotas para dejarlos trabajar, en complicidad con agentes ministeriales y de la policía municipal.
Alto, de cabello castaño y complexión atlética, también lo llaman "El maestro" o "El licenciado", subió al poder luego de que su antecesor, conocido como "El Cubano", desapareció en 2007 a los hermanos Alberto y Ramón Garrido Salazar, el primero candidato del Partido Acción Nacional a la presidencia municipal de Ciudad Mante. Lo hizo sin consentimiento de sus superiores y fue ejecutado por "calentar" innecesariamente la plaza.
En mayo de 2009 fue detenido Rigoberto Rodríguez Rangel o Nelson Garza Lozano "El Luchador", quien era el responsable de la región para el Cártel del Golfo (en julio del mismo año le fue dictado el auto de formal prisión por el juez Segundo de Distrito, con sede en Ciudad Victoria).
Fue cuando el poder de "El Güero AFI" creció, al grado de que se le atribuye la ejecución del ex candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, asesinado el 28 de junio de 2010 en Ciudad Victoria.
Le atribuyen diversas propiedades como bares, ferreterías, depósitos y el negocio de compra-venta de casas a través de sus familiares. Actualmente se encuentra prófugo pues sus rivales han intentado asesinarlo y las autoridades catearon una de sus casas, ubicada en la calle Guadalupe Victoria, sin éxito alguno.
Por ello, la vigilancia es crucial en Ciudad Mante y las bandas de delincuentes tienen ojos y oídos repartidos por todos lados. Ésa es la función de las parvadas de jóvenes en motonetas que fungen como "halcones"; es decir, los encargados de reportar cualquier movimiento sospechoso de civiles o de autoridades. Son apoyados por taxistas que también deben pagar una cuota para trabajar.
La presencia de soldados y marinos es esporádica. A mediados de 2010 un grupo de militares estuvo acuartelado en los terrenos de la Feria del Azúcar, al lado de la secundaria Uno, pero en octubre se retiró.
Actualmente, los patrullajes de los uniformados son aleatorios y han originado balaceras a causa de "topetones", como se le conocen a los encuentros fortuitos con los delincuentes.
Lo que nadie ha podido evitar son los retenes para despojar a la gente de sus pertenencias.
El más reciente se colocó en la calle Hidalgo, a 50 metros del palacio Municipal, la noche del 24 de diciembre. Hombres con armas largas paraban los autos, pedían identificaciones y robaron dinero y objetos a la gente. Ante el temor de que se repitiera la "pesca milagrosa" de la Nochebuena, las calles quedaron desiertas en la víspera del año nuevo.
Otro modo de conseguir recursos es deteniendo a automovilistas y autobuses que ingresan a la ciudad. Un padre de familia que regresaba con sus hijos de McAllen, Texas, fue despojado de su camioneta, los regalos para Navidad, la cartera y los teléfonos.
Magnánimos, los delincuentes detuvieron un autobús para pedirle al conductor que llevara a los asaltados hasta El Mante, pero antes aprovecharon para exigir 500 pesos a cada pasajero, una práctica que también se ha vuelto común.
El éxodo
Cesáreo tiene 46 años y toda su vida transcurrió en Ciudad Mante. Era de los niños que correteaban las "despeinadas" -como se conoce a los camiones que transportan caña- para robarle una de esas varas de pulpa jugosa. Estudió en la escuela "Manuel Ávila Camacho" y en la Preparatoria Mante; los veranos iba a nadar a El Nacimiento y los domingos jugaba futbol en las canchas del IMSS. Su esposa es mantense y sus dos hijos también, pero en agosto decidió abandonar todo.
Una llamada pidiéndole dinero lo hizo cerrar su refaccionaria y trasladarse con toda la familia al estado de San Luis Potosí. Ahora sólo regresa a ver si encuentra quién rente su casa y a saludar a los viejos amigos.
"Te quitan la tranquilidad. Hoy me extorsionan y ponle que pago lo que me piden, porque la "refa" dejaba más o menos dinero pero ¿quién me asegura que no le pase algo a mis hijos o a mi esposa? Nadie, por eso prefiero empezar de cero en otro lugar", cuenta en la relativa seguridad del que fue su hogar pero, por si acaso, habla en voz baja.
Aunque no hay estadísticas, el creciente número de viviendas y negocios que se ofrecen en venta o renta habla por sí solo.
La mala racha no perdona giros. El Motel Los Pinitos, en la salida a Tampico, fue abandonado por las parejas de enamorados, pues se encuentra rodeado de brechas y aseguran que es común ver por los alrededores convoyes de camionetas con sujetos armados.
En general, los negocios cierran sus puertas más temprano y si en las residenciales los letreros de "se vende" y "se renta" se multiplican, por las céntricas calles Hidalgo, Morelos y Guerrero pasa igual con los comercios.
La migración se ha vuelto una constante para quienes tienen forma de alejarse, que son los menos. La mayoría, sin recursos para escapar, trata de adaptarse y sobrevivir.
En Ciudad Mante hay dos gremios que han sido particularmente combativos y organizados: médicos y profesores. Actualmente, ambos sufren los estragos de la guerra entre cárteles.
Una mañana de marzo, poco antes de las 8:00 horas -cuando el personal realiza su cambio de turno- dos enfermeras y un doctor del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fueron subidos a un par de vehículos que se alejaron con rumbo desconocido.
Nadie hizo nada ante las armas largas de los delincuentes, pero al menos en esta ocasión hubo un desenlace menos trágico, pues a los dos días los tres trabajadores fueron liberados. Ninguno interpuso denuncia.
El ingeniero García, un jubilado también del IMSS, llevó a su esposa al poblado de Quintero durante la primera semana de octubre. Cuando volvía a bordo de su auto desapareció y lo encontraron a los 10 días, ahogado en el canal frente a la Radiodifusora.
Guillermo Elizaliturri es un profesor de larga trayectoria en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, especialmente en la Preparatoria Mante. Varias generaciones pasaron bajo su estricta forma de enseñanza. Era respetado al igual que su esposa, cuyo negocio de invitaciones y vestidos de novia iba viento en popa.
Pero en estos tiempos, tener un negocio exitoso es un riesgo muy grande y el matrimonio decidió emigrar a Veracruz. Y así como ellos, son incontables las familias que han salido de la entidad buscando lugares más tranquilos para vivir.
Antonio L. vivía en Ciudad Victoria y a finales de 2009 decidió mudarse a Ciudad Mante. Comenzó a construir poco a poco una casa de dos plantas en la colonia Moderna cuando recibió la visita de una persona que dijo ir de parte de "los que mandan en el pueblo" y le pidió 100 mil pesos como cuota.
El profesor optó por quedarse en la capital para evitar la extorsión. Actualmente su casa, en obra negra, sigue abandonada.
Otro colega suyo, Efraín N., fue despojado de su camioneta cuando volvía de Tampico y le quitaron todo, hasta los pantalones. Lo dejaron en ropa interior a la entrada de la ciudad.
Similar suerte tuvo Paty, una inspectora escolar a quien se llevaron con todo y camioneta.
La liberaron kilómetros más adelante, en el ejido Faja de Oro, pero sin dinero ni teléfono, por lo cual tuvo que caminar hasta su casa porque nadie se animó a llevarla.
"Aquí no pasa nada"
Los residentes de la región cañera recuerdan muy bien la respuesta del ex gobernador, Eugenio Hernández Flores, cuando los periodistas lo cuestionaron sobre el clima de inseguridad en la entidad.
"No hay nada", dijo el 25 de febrero a la prensa local el ahora ex mandatario, y agregó: "Gran parte de la psicosis ha sido generada por rumores infundados. Quiero hacer un llamado a la población para que no se haga caso de rumores ni de información divulgada por las redes sociales de Internet, porque han hecho mucho daño en Tamaulipas", manifestó Hernández Flores.
En marzo, una mujer que tomó su cámara de video, recorrió Ciudad Mier, municipio en la frontera norte de la entidad, y mostró el paisaje sobre la carretera ribereña: el poblado parecía zona de guerra, con cadáveres en el piso, vehículos destrozados por balas y granadas, una alfombra de casquillos, armas de grueso calibre, fachadas destrozadas. Una grabación de seis minutos que le dio la vuelta al mundo.
"Aquí no estamos muy lejos de lo que pasó en Mier, nada más que nadie se ha animado a grabar y la televisión ni de chiste se acerca. ¿Cómo estarían las cosas del año pasado, que todavía hay varias camionetas de la balacera que quedaron abandonadas en la salida a Tampico?", cuestiona Héctor, un joven médico que busca con ahínco trabajo en otra entidad.
Ahora los asaltos, secuestros, extorsiones, levantones, balaceras, desapariciones y ejecuciones se volvieron moneda de uso común en el sur de Tamaulipas... y, como dijo el ex gobernador, no pasa nada.